En la misma línea de las entradas anteriormente dedicadas al cultivo de alimento vivo vamos a abordar, aunque no sea en profundidad, el cultivo de las moscas Drosophila
sp., en concreto las especies más utilizadas, D. melanogaster y D. hydei.
Vaso de 1L con cultivo de D. melanogaster. Imagen: Isaac García
Las moscas del género Drosophila, sobre todo Drosophila melanogaster, han sido
utilizadas desde el siglo XX en multitud de experimentos en Biología, la
mayoría de ellos estudios genéticos. La gran facilidad de mantener y reproducir
estos cultivos de insectos en laboratorios puede aplicarse también a cultivos
domésticos con fines acuarísticos o terrariófilos. Además, gracias a que se
hayan llevado a cabo esta infinidad de estudios con estas moscas, hoy en día
contamos con numerosas mutaciones (algunas más fáciles o difíciles de conseguir
que otras). A fin de cuentas, la variedad mutante que más nos interesa es
relativamente sencilla de adquirir tanto en tiendas como de otros aficionados.
Se trata de la mutación de alas atrofiadas, que es incapaz de volar y, por
tanto, de escapar por nuestro domicilio. Por tanto, si realizamos la compra de moscas pro primera vez, intentaremos que pertenezcan a este tipo de mutación para facilitarnos las cosas en un futuro.
Las diferencias entre D. melanogaster y D. hydei son mínimas, podríamos reducirlas a una mera cuestión de
tamaño, siendo la primera ligeramente más pequeña que la segunda, y por tanto de
un metabolismo y desarrollo más rápidos.
En general, a una temperatura
ambiente de 25ºC, su desarrollo es muy rápido. Los adultos, que presentan sexos
separados, depositan los huevos sobre un sustrato alimenticio (que
posteriormente detallaremos) y las pequeñas larvas eclosionan al cabo de uno o
dos días y empiezan a alimentarse ininterrumpidamente mientras realizan las
diversas mudas hasta llegar a la fase de pupa. Este proceso suele prolongarse
entre 7 y 10 días. De las pupas, tras la metamorfosis final, surgen nuevos
adultos, que reinician el ciclo con sorprendente rapidez.
Dejando de un lado su biología,
pasemos a explicar la receta de elaboración de la papilla alimenticia, una de
ellas al menos, la más básica. Es una mezcla muy sencilla: necesitaremos 60g
de puré de patata, 6g de levadura en polvo, 300mL de agua y 150mL de
vinagre. Calentamos el agua hasta que podamos diluir bien el puré de patata y
la levadura. Dejamos el recipiente enfriarse un poco antes de añadir el vinagre
y removemos con una cuchara toda la mezcla hasta que quede homogénea. La
textura final debe ser cremosa, ni excesivamente reseca ni pegajosa ni líquida.
Podemos añadir otros elementos enriquecedores a la pasta, como azúcar, zumo de
frutas o fruta y verdura triturada, incluso algo de vino, o utilizar patata
cocida en lugar de puré de patata, siempre que la mezcla final quede con una
textura adecuada. El vinagre es el elemento fundamental, que asegurará que la
mezcla no se vea atacada por el moho ni por colonias bacterianas. Con ayuda de la cuchara servimos y
aplanamos un poco de esta mezcla en el fondo de un vaso de plástico (pueden ser
del tamaño que queramos, entre 200mL de capacidad y 1L). Luego colocamos algo
que les sirva a las larvas en el paso de larva a pupa para poder salir de la
mezcla alimenticia y realizar su metamorfosis. Podemos emplear mallas de
plástico recicladas (como las mallas de ajos, patatas o naranjas), algo de
perlón, cuerda de pita deshilachada, etc. Taparemos el vaso con un papel de
cocina y lo sujetaremos al cuello del vaso con una goma elástica. De esta
manera se mantendrá la humedad, el cultivo respirará, no se contaminará con
ácaros y otros parásitos y las moscas no podrán escapar. Una vez realizado el
cultivo éste es efímero, es decir, no se puede "recargar" (no al menos de una
forma cómoda) ni es autosustentable en el tiempo (como era el caso de los gusanos grindal, por ejemplo). Cuando las moscas agoten el alimento tendremos que realizar la
papilla de nuevo e introducir unos cuantos ejemplares en nuevos vasos para
reiniciar los cultivos, es decir, el cultivo tiene una vida limitada. La vida útil de un cultivo depende de muchos factores,
como la temperatura y humedad ambiente, la cantidad inicial de adultos que hayamos
introducido, el volumen del vaso empleado o la cantidad de papilla dispensada
inicialmente, pero en general podemos decir que un cultivo medio dura varias
semanas activo y en producción continua.
Papilla alimenticia. Imagen: Isaac García
Colocación de las mallas plásticas. Imagen: Isaac Gasrcía
Introducción de ejemplares adultos en el nuevo cultivo. Imagen: Isaac García
Galerías hechas por las larvas al alimentarse. Imagen: Isaac García
Varios cultivos almacenados en un lugar fresco y seco. Imagen: Isaac García
Algunos aficionados han llevado a cabo con éxito cultivos de mosca soldado (Hermetia illucens), cuyas larvas de gran tamaño y asombroso contenido proteico constituyen un alimento ideal para numerosos animales. Sin embargo no trataremos su cría por ser ésta especialmente dificultosa si la comparamos con otros tipos de cultivos de alimento, ya que la mosca soldado adulta necesita aparearse en vuelo, con lo cual, si no disponemos de un habitáculo lo suficientemente grande para albergarlas, su cría en cautividad constituirá un fracaso tras otro, motivo por el cual muchos aficionados se frustran al intentar sacarlas adelante. Situaciones similares ocurren con otros tipos de mosca, como la mosca doméstica o las moscas de la carne, que pese a ser de mayor tamaño que las drosófilas presentan variados inconvenientes que hacen de su cultivo un verdadero desafío.